Cuestionario Voluntarios…. A Maria Arrondo.

1. Nombre, apellidos y lugar de residencia.

María Arrondo Mínguez (Madrid)

2. ¿Cómo nos conocisteis?

Fue una amiga quien me contó la existencia de AyudaMalawi.

3. ¿Cuánto tiempo estuviste en Malawi? ¿Qué funciones hiciste ahí principalmente?

Fui con una amiga y estuvimos 1 mes, que se nos pasó como una semana. Allí hicimos todo lo que podíamos, recomiendo ir con la mente muy abierta y apuntarse a todos los planes/trabajos que te propongan. Por las mañanas solíamos ir a los orfanatos, donde dábamos apoyo educativo en inglés a las profesoras de allí. Visitamos 4 distintos y todos fueron increíbles, los niños son súper agradecidos y cariñosos, aprenden rapidísimo. Por las tardes hacíamos cosas distintas: íbamos a jugar con los niños del colegio a Netball o fútbol y pasábamos la tarde con ellos. Otros días colaborábamos en educación sanitaria en los poblados. Llevamos una cantidad enorme de medicamentos, algunos los dábamos si lo considerábamos oportuno y necesario (somos farmacéuticas) y otros los dejamos en la casa de voluntarios, con el fin de que se utilizasen según las indicaciones que dimos al staff de la casa. Además, nos preparábamos distintos topics sobre enfermedades o patologías muy frecuentes allí, de forma que mediante un traductor, las mujeres de los poblados las pudiesen hacer frente correctamente. Otra de las semanas estuvimos trabajando en la construcción de un Hospital pediátrico. Allí hicimos las funciones típicas de obrero, colaborando con los trabajadores de allí. Fue bastante duro físicamente, pero sabiendo el fin, muy gratificante.

4. ¿Qué es lo mejor que te llevas del viaje?

Realmente no podría decir algo que fue mejor en concreto, todos los días fueron los mejores. La experiencia de un país tan distinto, una cultura completamente opuesta, que vive al día, unas tradiciones que solo puedes imaginar en las películas, la gente extremadamente amable que se paraba siempre para preguntar por tu vida, simplemente porque les apetecía saberlo, ese interés que muchas veces no mostramos aquí por la vida de los demás, esa cara de felicidad que se les ponía porque sabían que estabas dando algo bueno a su poblado, los niños corriendo a abrazarte y gritando, detrás del coche corriendo y despidiéndose después de haber pasado la mañana con ellos, su mejor momento del día, la alegría cuando les dabas un juguete, les hacías unas pompas, saltabas a la comba, sus caras al recibir un plato de comida entre 2, que iba a ser el único de todo el día, y a pesar de ello, lo compartían gustosamente, la solidaridad que les caracteriza desde que son pequeños, tengo nada, y aun así lo comparto contigo, los chicos del poblado en la puerta de nuestra casa desde las 7 de la mañana, solo esperando que les saludes y des una vuelta de la mano con ellos por el poblado, o que te subas a ver el atardecer a la montaña, jugar a darle patadas a una pelota hecha de papel y atada con cuerdas a modo de balón de fútbol, la valentía con la que venían a que les curases una herida abierta, sin un solo gesto de queja o sufrimiento (son más duros que nadie), las madres de los niños mirándonos agradecidas por el cariño que les mostrábamos, intentar ayudarles llevando los cubos de agua en la cabeza, y darte cuenta finalmente que es casi imposible para nosotros, los buenos días del staff de la casa, lo atentísimos que eran a cualquier cosa que necesitases, las comidas de Frank, las conversaciones con Joseph sobre la vida allí, las horas se pasaban volando, tomarte el café por la mañana viendo el amanecer, ahí no importaba levantarse a las 6 de la mañana, los baobabs del Rey León, las noches con los voluntarios jugando a las cartas, conocerles, las hogueras en las despedidas, las canciones, salir a la playa y ver hipopótamos y monos, que nos enseñasen a pescar y coger peces, el fin de semana en el Safari, dormir en la tienda de campaña mientras oías jabalíes al otro lado, los fines de semanas en Cape Maclear, bucear con los peces de colores por la isla, ir a comprar a Ntakataka, gastarse dos euros y dar bollos a 15 niños, ver los mercadillos que montaban, comprar sus telas, escuchar su música, aprender su idioma, enseñarles el nuestro, comer la comida típica con ellos, entrar en sus casas, compartir sus costumbres, conocer a sus familias. Todo eso y más, es lo mejor que me llevo del viaje.

5. ¿Cuál es la experiencia más dura que viviste, lo que más te tocó?

Lo más duro que vi fue la ausencia de vía de escape de sociedad. Una sociedad anclada en el pasado, una evolución a paso de tortuga. Una sociedad que no le da importancia a la educación, ya que importa mucho más que el niño de 6 años cargue cosas, venda, y de dinero a la familia. Y con esa edad estás prácticamente condenado a no estudiar nunca más, a dedicarte a lo que se dedican tus padres y a lo que se dedicaban tus abuelos. Sin oportunidad de avanzar. Sin oportunidad de conocer otros modos de vida. Un colegio con unos costes mínimos, que allí suponen un gran gasto familiar, y que además se encuentran a muchos kilómetros de tu casa, en los que no se invierte dinero. Una sociedad rural en la que la tasa de escolarización es ínfima, donde ni se plantean un porvenir distinto. Su máxima aspiración es vender en el mercado.

Otra cosa que me dio mucha pena es la cultura familiar que tienen. La cronología de sus vidas es completamente distinta a la nuestra. Al saltarse el paso de la educación, el matrimonio y los hijos vienen con menos de 20 años. El abandono de las mujeres por parte de sus maridos es el pan de cada día, con 30 años ya se les considera demasiado viejas y se buscan a otras. Se encuentran solas con esa edad, 4 hijos a su cargo, sin ingresos. La situación es desesperante. Esto muchas veces se traduce en pasarse el día trabajando o buscándose la vida y desatender a los hijos. De esta carencia de cariño nos dimos cuenta muy pronto, veíamos que todos los niños acudían a nosotras en buscar de un abrazo, una muestra de afecto, alguien que pareciese que se preocupaba por ellos, buscando algo que en su casa no les daban, y que cualquier niño en cualquier punta del mundo debería recibir de su familia.

6. Entre las necesidades de los habitantes de Monkay Bay, ¿cuáles crees que
podemos tratar de hacer frente?

En mi opinión, las carencias de Monkey Bay son algo que tiene que cubrir directamente el Gobierno de allí. Invertir en infraestructuras para mejorar la Sanidad, construir hospitales y centros de salud, mejorar la localización y/o accesibilidad de los colegios, la construcción de pozos de agua potable. Desde AyudaMalawi se puede colaborar en lo que se está haciendo ahora mismo. La construcción del Hospital Pediátrico por ejemplo, ya que el más cercano se encuentra a una hora del poblado, la colaboración en los orfanatos a los profesores, y todo lo que ello conlleva, los equipos de deporte como impulso para la escolarización, etc.

7. ¿Tuviste tiempo y/o oportunidad de viajar por la zona? En caso afirmativo, ¿qué visitaste? ¿qué fue lo que más te gustó?

Además de las labores propiamente de voluntariado, tuvimos la oportunidad de pasar los fines de semana fuera de la casa de voluntarios. El fin de semana del Safari es recomendable completamente, da mucha impresión ver ese tipo de animales tan de cerca y el paraje en el que nos hospedamos era de película, en medio de la naturaleza. Esto sirvió mucho para afianzar más aún las relaciones con los demás voluntarios.

Otros fines de semana nos fuimos a Cape Maclear, un poblado a 40 minutos en coche. Allí todo está mucho más adaptado a la vida occidental. Hay muchos “hoteles” donde se hospedaban los blancos, y la gente y el poblado estaba más acostumbrado a su modo de vida. Todo el mundo sabía inglés, había comida occidental, música comercial, e incluso se podía salir a bailar. Esto implicaba mucha más facilidad para los habitantes de allí para conocer y entender nuestra cultura y relacionarse.

Una vez a la semana hacíamos visita a la “capital”, Mangonchi. Allí era el único sitio donde se podía sacar dinero en el banco, y comprar ciertas cosas. Era muy curioso ver el concepto que tenían allí de gran ciudad, que contaba con hospitales, restaurantes, muchísimo tráfico de coches, y tiendas de todo tipo, pero sin perder la esencia rural y antigua que les caracterizaba.

8. Repetirías experiencia, y recomendarías éste voluntariado a otros jóvenes?

La experiencia la repetiría una y mil veces, todos los veranos de mi vida si fuese posible. Ha sido el mejor mes de mi vida, he sido muy muy feliz y he aprendido millones de cosas que considero muy valiosas. No podría decir que es una experiencia recomendable, diría que es imprescindible vivir.

¡Muchas gracias por vuestra colaboración!